Esa personita que ayer me miraba pidiendo permiso, me decía sí a todo y lloraba cuando la regañaba, se hace mayor.
Hoy, como cada viernes, he llegado a casa deseando un poco de tranquilidad; las clases han sido raras, el personal anda nervioso y eso se contagia.
Mis hijas suelen ir esta noche a casa de su tío; de esta manera, ellas se distraen y nosotros podemos hacer lo que nos venga en gana. Pues no, hoy me esperaba una sorpresa al llegar: la soledad y el relajo tendrán que esperar.
Y mi niña se levanta, pide la palabra y nos dice que tiene que anunciar algo, a mí me tiemblan las piernas...
¡Ha sacado un 10 en el treball de recerca!
Su cara de satisfacción, ver que su trabajo ha dado resultado y que ha conseguido lo que quería, me llena de orgullo.
A pesar de mis quejas, de mis miedos y angustias por su futuro , estoy muy orgullosa de mis hijas; a menudo hacen que mi parte negativa salga, que grite y me desespere, pues no puedo superar el miedo que me da no poder responder a sus expectativas.
En fin... ese es otro cantar.
Por costumbre, hago balance del día al caer la noche; cuando todos duermen, me quedo delante del ordenador con música tranquila, repaso lo bueno y malo, lo que puedo mejorar y lo que no tiene remedio. Hoy el día ha sido gratificante: el trabajo de mi mayor ha sido reconocido y mi peque me ha entregado un examen aprobado...( ¡con buena nota!); en clase me lo he pasado bien, he podido disfrutar de la alegría de otros al ver un trabajo bien hecho, de sonrisas cómplices, de buen rollo y, por si esto fuera poco, la sita de castellano nos ha felicitado :-) ¿Qué más se puede pedir?
Es final de mes, los sueldos están congelados, la paga de Navidad todavía no ha llegado y la crisis amenaza, cada día más, el sector en el que nos movemos pero...