lunes, 3 de noviembre de 2008

"Amor de madre"







Hace unos días debatíamos en clase sobre un relato de Almudena Grandes, “Amor de madre”. El relato cuento la historia de una madre que vive obsesionada con retener a su hija, sea de la manera que sea.


Pues bien, hoy ha llegado a la cafetería una clienta habitual; tiene un hijo de 15 años, educado e inteligente, con problemas psicológicos. El niño estuvo ingresado en un pabellón psiquiátrico, según dice la madre, por problemas de comportamiento en el último centro escolar donde cursaba la ESO.


La clienta es una chica de unos 34, que siempre va muy bien arreglada y a la última en “trapitos”. Cada semana compra varios, siempre en el mercado, y confiesa que no le entran en el armario y que los tiene que esconder para que su pareja no le meta bulla. Eso sí, al niño le escatima una sudadera de marca porque son carísimas.

La madre estaba sofocada, casi llorando, porque este fin de semana el niño le ha pedido ir a vivir con su padre; son de Argentina y lleva más de 7 años sin verlo y sin tener ninguna noticia de él. La madre ha rehecho su vida con otra persona y, por lo visto, el niño no termina de aceptar esta relación. La pareja, ante las continuas broncas en casa, le ha dado a elegir entre el hijo o él.


Hasta aquí todo parece normal; un niño con problemas, una madre acongojada, un riña entre ambos…


Después de mis horas de descanso vuelvo al trabajo con el humor renovado, ya que el comportamiento de la madre me ha tocado, y al cabo de unos minutos aparece el niño. Él está arrepentido por la discusión y comenta que quiere pedir perdón a la madre, aunque teme que esta no le haga caso y siga enfadada. Cinco minutos y aparece la madre, tratando al hijo con desprecio, sin considerar que la cafetería está llena de clientes y tratando de humillarlo lo máximo posible. El chico calla, sin cambiar el gesto, casi sin poner atención a las estupideces de la madre. La madre se come un mini acompañado de un cortado y el niño, siempre con la cabeza gacha, no toma nada.

Quince minutos después le preguntamos a la “señora” si el niño ha comido algo. Su contestación nos deja atónitas: no le he preparado nada y no pienso hacerlo; según él soy un monstruo, así que…

Un silencio incómodo se hace en la cafetería, la criatura viene a la cocina y mi jefa le pasa cinco euros para que vaya a comer algo antes de entrar al instituto; el niño no quiere pero acaba cediendo.

A estas alturas de la escena yo me como las palabras y los gestos de asco. Me gustaría poder gritarle a la madre que así no se hacen las cosas, que no humille más al niño, que la vida ya es lo bastante dura a los 15 como para endurecerla más… Pero todo esto se queda en mi garganta, agacho la cabeza y trabajo, pues mi jefa controla cada movimiento.


Salen por la puerta, sin mirarse, cada uno por su lado; la madre camino del trabajo y el niño, en busca de algo de tranquilidad y comida, pero en soledad.