miércoles, 12 de noviembre de 2008

La felicidad de la mano de Ikea




Dos meses y todavía no acabó la reforma. En este tiempo hemos podido ver como la cocina iba tomando forma, dejando de ser ese espacio ruinoso, en el que se había convertido por el uso, a uno espacioso, alegre y, sobre todo, práctico.
No es una cocina más, es mi cocina. En ella puedo sentirme yo, cantar, hablar sola y hasta cocinar...


-Te voy a dar más libertad, dice Paco, haremos la cocina más espaciosa.
Yo río pensando que ya le vale, pero se ha hecho realidad. Lo que nadie me explicó es que, al tener más espacio, éste sería invadido. Ahora no puedo cantar, repasar lecciones o cocinar a mi antojo. Es tan agradable estar allí que se ha convertido en el sitio más visitado de la casa.


Domingo por la noche y me dispongo a preparar cena... La mayor quiere crêpes; me alegro porque tengo tiempo de escuchar musiquita y pensar, a la vez que cocino. Pos va a ser que no! A los cinco minutos entra mi peque, que quiere ayudar en la elaboración. Nos ponemos con el tema y, ¡sorpresa!, aparece Paco que viene a ver qué se cuece, ejem! Pero no queda ahí la cosa, dos minutos más tarde y la mayor quiere ver qué tal va su cena.
Llegados a este punto yo no escucho la música, más bajita de lo normal porque todavía no he instalado el reproductor de cd's y tengo el mp3 puesto sin auriculares, tan sólo escucho las historias de mis hijas y marido.


Hasta hace poco la cocina era mía y sólo entraban para comentar algún problema o, como mucho, ayudar a poner la mesa. Ahora me resisto a perder mi espacio...
Durante casi dos meses no he tenido más remedio que cocinar en medio del salón, con un hornillo y de manera precaria... pero lo que peor llevaba era no poder cantar a mi antojo, (por eso de molestar al resto del personal...).


La cena va viento en popa y mi peque, la única que aguanta el trabajo ;-) ríe, baila y canta, como hago yo cuando estoy sola (que soy persona seria...) canciones de mecano, la Juli y Amaral. La mayor habla con su padre y, de vez en cuando, entra y se une a la fiesta.


El espacio está bien aprovechado, pues la felicidad entra, pasea y, a veces, se queda en una cocina de Ikea. Si supieran lo que me han vendido…