jueves, 13 de noviembre de 2008

Esos locos bajitos...




A menudo los hijos se nos parecen,
y así nos dan la primera satisfacción;
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.





Cuando era pequeña escuchaba a mi madre decir, cada vez que se enfadaba, su frase preferida. No era otra que "lástima de cerdo en vez de hijos, al menos tendría jamones". La frase que en su momento me parecía horrible, poco a poco va tomando sentido, hasta puedo entender su desesperación.

En la entrada anterior hablaba de los "momentos de felicidad" que tenía en torno al fogón. Esos momentos quedan atrás cuando la tutora de mi niña menor me llama y me cuenta que la criatura ha hecho campana, que le van a abrir un expediente por absentismo, que no entiende el porqué de su actitud. Me quedo helada y no reacciono, le doy la razón y pienso que ya no puedo más. Localizo a la criatura y hablo con ella, se hace la sueca, nada es lo que parece...
Siguo con el curro, como si tal cosa pero tocada, y al llegar a casa explico a su hermana el porqué de mi cara de acelga. No la entiende, ella lleva todo el día metida en casa con los libros y sus trabajos. ¡Son tan distintas!.

Con poca gana voy hacia el cole, toca clase de inglés con la que normalmente disfruto. Hoy no puedo concentrarme y paso la hora sufriendo por mi peque y sufriendo por el tiempo que hago perder a mis compañeros y profesora. Mates y más de lo mismo...
Al acabar las clases vuelvo a casa y sólo me apetece desviar mi camino hacia otra parte, no importa cual. ¡Es tan difícil ser madre! Por el camino recuerdo las palabras de la mía, recuerdo cómo hacía campana a la edad de mi hija, su cara cuando llegaba a casa. Se preocupaba como yo me preocupo. ¡Somos tan iguales!

La charla con la niña es triste, no hay gritos ni reproches, no vale la pena. Ella llora, yo también. Parece entender pero, tristemente, mañana se le habrá olvidado.
"Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen..."



5 comentarios:

Marta dijo...

Animo, Angeles!

Vivir es lo que nos pasa en el camino...

me gusta pensar que los tiempos que vienen siempre son mejores..

besetes

Sauló dijo...

Pues yo últimamente voy cantando aquello de "cualquier tiempo pasado nos parece mejor (8)..."

petonets

Martin i Moha dijo...

es molt bonic parlant de la persona i esta molt ben fet

Anónimo dijo...

Creiem que el poema esta bé

Cristian i Marc

judith y jenny dijo...

judith i jenni : pienso que este esta muy bien exo y que tiene razon al fin y al cabo todo es verdad nadie puede impedir que nos equivoquemos ni que las abujas del reloj abancen ademas algun dia nos iremos a vivir solos